jueves, 3 de noviembre de 2022

Doce textos clave para entender el materialismo histórico a través del "Anti-Dühring" de Engels

CONTEXTOS
DOCE TEXTOS CLAVE PARA ENTENDER EL MATERIALISMO HISTÓRICO A TRAVÉS DEL ANTI-DÜHRING DE ENGELS
selección de 
Raúl Garrobo Robles

Recurriendo a un concepto que le debemos al cineasta Alfred Hitchcock, "el señor Eugen Dühring" que aparece en el título de este libro de Friedrich Engels ha quedado para la historia de las ideas reducido a mero McGuffin. Bien podría esta obra del imprescindible compañero y colaborador de Karl Marx haberse titulado Anti-McGuffin. Por tal nombre propio entendía Hitchcock la estrategia argumental, a todas luces irrelevante a efectos de totalidad, por medio de la cual arranca y se despliega la verdadera trama de una historia. Un McGuffin es tan sólo eso: una excusa para hablar de lo que realmente importa, una treta para introducir en escena lo que se pretende contar. Para mayor fortuna de su ajado hado, Eugen Dühring reaparece en la Genealogía de la moral de Nietzsche reinterpretando su papel. El pobre tipo no puede sino evocarnos las hilarantes aspiraciones que el escritor Flann O'Brien albergaba para los personajes figurantes de sus novelas, a saber, que, en beneficio de la optimización de su capital semiológico, volvieran tal cual a reaparecer en otras ficciones. Lean En Nadar-Dos-Pájaros; allí está todo dicho. Y aunque Dühring no fue un personaje de ficción, lo mismo nos da, porque lo que importa es que ─en respuesta a sus extravagantes tesis socialistas, ajenas a las pretensiones científicas del materialismo histórico, pero que, precisamente por ello, podían producir cierta brecha en el seno del movimiento─ Engels se dedicó progresivamante a publicar en Vorwärts (Adelante), el órgano del partido socialdemócrata alemán, una serie de artículos que bajo el título La subversión de la filosofía, la economía y el socialismo por el señor Dühring terminaron deviniendo en libro y, lo que es más importante, se constituyeron en el primer compendio con finalidad divulgativa de ese materialismo histórico en el que él y Marx venían trabajando ya desde largo atrás.

A continuación ofrecemos a los lectores de nuestro blog una selección de doce textos clave de esa nueva concepción de la historia en términos dialécticos, pero en base materialista, a cuyo esclarecimiento Marx le dedicó, con el apoyo de su más querido colaborador, el trabajo de toda una vida.

La traducción que tomamos como referencia es la realizada por Manuel Sacristán para la editorial Grijalbo, publicada en Ciudad de México en 1964.

Friedrich Engels (1820-1895).

SELECCIÓN DE TEXTOS

─1─
Valoración del materialismo histórico según Engels

«Los nuevos hechos obligaron a someter toda la historia anterior a una nueva investigación, y entonces resultó que toda historia sida había sido la historia de las luchas de clases, que estas clases en lucha de la sociedad son en cada caso producto de las relaciones de producción y del tráfico, en una palabra, de la situación económica de su época; por tanto, que la estructura económica de la sociedad constituye en cada caso el fundamento real a partir del cual hay que explicar en última instancia toda la sobrestructura de las instituciones jurídicas y políticas, así como los tipos de representación religiosos, filosóficos y de otra naturaleza de cada periodo histórico. Con esto quedaba expulsado el idealismo de su último refugio, la concepción de la historia, se daba una concepción materialista de la misma y se descubría el camino para explicar la consciencia del hombre a partir del ser del hombre, en vez de explicar, como se había hecho hasta entonces, el ser del hombre partiendo de su consciencia. Pero el socialismo entonces existente era [...] incompatible con esa concepción materialista de la historia [...]. El anterior socialismo criticaba sin duda el modo de producción capitalista existente y sus consecuencias, pero no podía explicar uno ni otras, ni, por tanto, superarlos; tenía que limitarse a condenarlos por dañinos. Se trataba, empero, de exponer ese modo de producción capitalista en su conexión histórica y en su necesidad para un determinado periodo histórico, o sea también la necesidad de su desaparición, y, por otra parte, de descubrir su carácter interno, que aún seguía oculto, pues la crítica realizada hasta entonces había atendido más a sus malas consecuencias que al proceso de la cosa misma. Todo esto fue posible gracias al descubrimiento de la plusvalía. Con ello se probó que la forma fundamental del modo de producción capitalista y de la explotación del trabajador por él realizada es la apropiación del trabajo no pagado; que el capitalista, incluso cuando compra a su pleno precio la fuerza de trabajo de su obrero, al precio que tiene como mercancía en el mercado, aún recaba a pesar de ello más valor del que por ella pagó; y que esta plusvalía constituye en última instancia la suma de valor por la cual se acumula en las manos de las clases poseedoras la suma de capital en constante aumento. Así quedaban explicados tanto el proceso de la producción capitalista cuanto el de la producción de capital. Debemos a Marx esos dos grandes descubrimientos: la concepción materialista de la historia y la desvelación de los secretos de la producción capitalista»; [pp. 12-13].

─2─
Las concepciones morales de la humanidad son el resultado de las condiciones históricas de producción y reflejan los intereses de la clase dominante

«[...] al ver que las tres clases de la sociedad moderna, la aristocracia feudal, la burguesía y el proletariado, tienen cada una su propia moral, no podemos sino inferir de ello que en última instancia los hombres toman, consciente o inconscientemente, sus concepciones éticas de las condiciones prácticas en que se funda su situación de clase, es decir, de las situaciones económicas en las cuales producen y cambian. [...] Para estadios evolutivos económicos iguales o aproximadamente iguales, las teorías morales tienen que coincidir necesariamente en mayor o menor medida. A partir del momento en que se ha desarrollado la propiedad privada de los bienes muebles, todas las sociedades en las que valía esa propiedad privada tuvieron que poseer en común el mandamiento moral "No robarás". ¿Se convierte por ello este mandamiento en mandamiento moral eterno? En modo alguno. En una sociedad en la que se eliminen los motivos del robo [...] sería objeto de burla el predicador moral que quisiera proclamar solemnemente la verdad eterna "No robarás". [...] toda teoría moral que ha existido hasta hoy es el producto, en última instancia, de la situación económica de cada sociedad. Y como la sociedad se ha movido hasta ahora en contraposiciones de clase, la moral fue siempre una moral de clase; o bien justificaba el dominio y los intereses de la clase dominante, o bien, en cuanto que la clase oprimida se hizo lo suficientemente fuerte, representó la irritación de los oprimidos contra aquel dominio y los intereses de dichos oprimidos, orientados al futuro. [...] todavía no hemos rebasado la moral de clase. Una moral realmente humana que esté por encima de las contraposiciones de clase, y por encima del recuerdo de ellas, no será posible sino en un estadio social que no sólo haya superado la contraposición de clases, sino que la haya además olvidado para la práctica de la vida»; [pp. 82-83].

─3─
El concepto moral de igualdad es expresión de las relaciones humanas de producción, de ahí que, para la sociedad burguesa que representa Eugen Dühring, tal igualdad se dé tan sólo entre cabezas de familia, excluyendo a la mujer

«Si, pues, un tal ideólogo [Eugen Dühring] se dispone a construir la moral y el derecho no con las condiciones sociales reales de los hombres que le rodean, sino a partir del concepto de los supuestos elementos simples de "la sociedad", [...] ¿qué encuentra en su conciencia? Sobre todo, concepciones morales y jurídicas que son expresión más o menos adecuada [...] de las condiciones sociales y políticas en las que vive; [...] y mientras cree estar proyectando una doctrina ética y jurídica para todos los mundos, está ejecutando en realidad un retrato de las corrientes conservadoras o revolucionarias de su época, deformado porque, separado de su suelo real, es como un rostro reflejado por un espejo cóncavo e invertido. El señor Dühring descompone, pues, la sociedad en sus elementos simples y descubre al hacerlo que la sociedad más simple se compone por lo menos de dos seres humanos. Con estos dos seres humanos se pone, pues, a operar axiomáticamente. Y entonces se presenta con mucha naturalidad el axioma moral fundamental: "Dos voluntades humanas son como tales plenamente iguales una a la otra, y la una no puede por de pronto imponer positivamente nada a la otra. Con esto 'se caracteriza la forma fundamental de la justicia moral'; y también la de la justicia jurídica [...]". Que dos seres humanos o dos voluntades humanas como tales son plenamente iguales no sólo es un axioma, sino que es incluso una gran exageración. Dos hombres pueden ser por de pronto, incluso como tales seres humanos, desiguales por el sexo, y este sencillo hecho nos lleva en seguida a este otro [...]: o bien la molécula social dühringiana, por cuya multiplicación tiene que constituirse la sociedad, está desde el principio condenada a la ruina, pues dos hombres no conseguirán jamás con su colaboración producir un niño, o bien tenemos que imaginar esos dos hombres como dos cabezas de familia. Y en este caso todo ese simple esquema básico se convierte en su contrario: en vez de la igualdad entre los seres humanos prueba a lo sumo la igualdad de los cabezas de familia y, como no se pregunta nada a las mujeres, prueba además la subordinación de éstas»; [pp. 85-87].

─4─
Lucha de clases

«El modo de la distribución de los productos queda dado con el modo de producción y de intercambio de una determinada sociedad histórica [...]. Pero con la diferencia en la distribución aparecen las diferencias de clase. La sociedad se divide en clases privilegiadas y perjudicadas, explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, y el Estado ─que al principio no había sido sino el ulterior desarrollo de los grupos naturales de comunidades étnicamente homogéneas, con objeto de servir a intereses comunes [...] y de protegerse frente al exterior─ asume a partir de ese momento, con la misma intensidad, la tarea de mantener coercitivamente las condiciones vitales y de dominio de la clase dominante respecto de la dominada. [...] [La crítica de la economía política burguesa] muestra que las formas capitalistas de producción e intercambio se convierten progresivamente en una traba insoportable para la producción misma; que el modo de distribución necesariamente determinado por aquellas formas ha producido una situación de clase cada día más insoportable, la contraposición, cotidianamente agudizada, entre unos capitalistas, cada vez menos, pero cada vez más ricos, y los trabajadores asalariados, cada vez más numerosos y, a grandes rasgos, cada vez en peor situación; y, finalmente, que las masivas fuerzas de producción originadas en el marco del modo de producción capitalista, y ya indominables por éste, esperan que tome posesión de ellas una sociedad organizada para conseguir una cooperación planeada, con objeto de asegurar a todos los miembros de la sociedad los medios de la existencia y del libre desarrollo de sus capacidades»; [pp. 140-143].

─5─
Las contraposiciones de clase revelan la primera contradicción de la economía capitalista: la que se produce entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción

«[...] si el llamamiento a suprimir las contraposiciones y diferencias de clases [...] encuentra hoy eco entre millones, repercute en un país tras otro, y precisamente en la misma sucesión y con la misma intensidad con que se desarrolla en los diversos países la gran industria, [...] ¿a qué puede deberse todo ello? A que [...] la gran industria moderna ha creado un proletariado, una clase que puede formular por vez primera en la historia la exigencia de suprimir no tal o cual organización de clase o tal o cual privilegio de clase, sino las clases como tales [...]. Dicho de otro modo: [...] tanto las fuerzas productivas producidas por el moderno modo de producción capitalista cuanto el sistema de distribución de bienes por él creado han entrado en hiriente contradicción con aquel modo de producción mismo, y ello hasta tal punto que tiene que producirse una subversión de los modos de producción y distribución que elimine todas las diferencias de clase, si es que la entera sociedad moderna no tiene que perecer»; [pp. 149-150].

─6─
La acaparación de propiedad privada no tiene su causa necesariamente en la violencia, sino en la acumulación de excedentes para su intercambio y en la transformación de éstos en capital

«El sometimiento del hombre a servidumbre, en cualquiera de sus formas, presupone en el que lo somete la disposición sobre los medios de trabajo sin los cuales no podría utilizar al sometido; y en el caso de la esclavitud presupone además la disposición sobre los medios de vida sin los cuales no podría mantener al esclavo. En todos los casos se presupone, pues, una riqueza que rebasa el término medio. ¿Cómo se ha originado esa riqueza? Es claro que puede ser robada, es decir, basarse en la violencia, pero también está claro que ello no es en absoluto necesario. Esa riqueza superior al término medio puede haber sido conseguida con el trabajo [...]. Es más: tiene [...] necesariamente que haber sido conseguida por el trabajo, antes de poder ser robada en algún sentido. La propiedad privada no aparece en absoluto en la historia como resultado exclusivo del robo y de la violencia. Antes al contrario: existe ya, aunque limitada a determinados objetos, en las arcaicas comunidades espontáneas [...]. A medida que los productos de la comunidad van tomando progresivamente forma de mercancía ─esto es, a medida que va disminuyendo la parte de ellos que se destina al consumo propio de los productores, y aumentando la parte que se produce con fines de intercambio─ [...], en esa misma medida va haciéndose desigual la situación patrimonial de los diversos miembros de la comunidad, va hundiéndose más profundamente la vieja comunidad [...]. Siempre que se desarrolla la propiedad privada, ello ocurre a consecuencia de un cambio en la situación y las relaciones de producción e intercambio, en interés del aumento de la producción y de la promoción del tráfico, es decir, por causas económicas. La violencia no desempeña en ello ningún papel. Pues es claro que tiene que existir previamente la institución de la propiedad privada para que el bandido pueda apropiarse bien ajeno, y que, por tanto, la violencia [...] no puede crear la propiedad privada como tal. Mas ni siquiera para explicar el "sometimiento del hombre a servicio servil" en su forma más moderna, en la del trabajo asalariado, podemos utilizar la violencia [...]. Hemos indicado ya el importante papel que la transformación de los productos del trabajo en mercancías, es decir, su producción para el intercambio, y no para el propio consumo, desempeña en la disolución de la vieja comunidad, en la generalización directa o indirecta de la propiedad privada. Marx ha mostrado meridianamente en El capital [...] que al llegar a cierto grado de desarrollo la producción mercantil se transforma en producción capitalista. [...] Todo el proceso se explica por causas puramente económicas, sin que ni una sola vez hayan sido imprescindibles el robo, la violencia, el Estado o cualquier otra intervención política»; [pp. 154-156].

─7─
El desarrollo de las fuerzas productivas permite repartir el tiempo de trabajo entre todos los miembros de la sociedad aumentando así el tiempo libremente determinado de cada uno

«[...] todas las contraposiciones históricas conocidas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, encuentran su explicación en esa productividad relativamente subdesarrollada del trabajo humano. Mientras la población que realmente trabaja está tan absorbida por su trabajo necesario que carece de tiempo para la gestión de los asuntos comunes de la sociedad [...], tiene que haber una clase especial liberada del trabajo real y que resuelva esas cuestiones, y esa clase no dejó nunca de cargar sobre las espaldas de las masas trabajadoras cada vez más trabajo en beneficio propio. El gigantesco aumento de las fuerzas productivas alcanzado por la gran industria permite finalmente dividir el trabajo entre todos los miembros de la sociedad sin excepción, limitando así el tiempo de trabajo de cada cual, de tal modo que todos se encuentren con tiempo libre para participar en los comunes asuntos de la sociedad, los teoréticos igual que los prácticos. Sólo ahora, pues, se ha hecho superflua toda clase dominante y explotadora, y hasta se ha convertido en un obstáculo al desarrollo social»; [pp. 175-176].

─8─
El papel revolucionario de la violencia

«[...] la violencia desempeña [...] en la historia un papel revolucionario; [...] según la palabra de Marx, es la comadrona de toda vieja sociedad que anda grávida de otra nueva; [...] es el instrumento con el cual el movimiento social se impone y rompe formas políticas enrigidecidas y muertas»; [pp. 177].

─9─
La acumulación del excedente del producto del trabajo y su relación capitalista con la plusvalía

«Toda evolución de la sociedad humana por encima del nivel de salvajismo animal empezó el día en que el trabajo de la familia creo más productos de los que eran necesarios para su sustento, el día, esto es, en que una parte del trabajo pudo aplicarse no ya a la producción de meros medios de vida, sino a la de medios de producción. El fundamento de todo progreso social, político e intelectual fue y sigue siendo la existencia de un excedente del producto del trabajo respecto de los costes de sostenimiento del trabajo, y la formación y el incremento de un fondo social de producción y reserva procedente de aquellos excedentes. En la historia transcurrida hasta ahora, ese fondo estuvo en poder de una clase privilegiada, que consiguió con él también el poder político y la dirección espiritual. La próxima transformación social hará finalmente social ese modo de producción y reserva, es decir, la masa total de las materias primas, los instrumentos de producción y los alimentos, al sustraernos a la disposición de aquella clase privilegiada y adjudicándolos como bien común a la sociedad entera. [...] ese fondo de producción y reserva existe efectivamente en manos de los capitalistas, [...] ha surgido por la acumulación de beneficios [...], consiste necesariamente en la acumulación del excedente del producto del trabajo, suministrado por la clase obrera a la clase de los capitalistas, sobre la suma de salarios pagada por la clase de los capitalistas a la clase trabajadora. Pero en este caso el valor no se determina por el salario, sino por la cantidad de trabajo; la clase trabajadora suministra, pues, a la clase capitalista, en el producto del trabajo, una cantidad de valor mayor que la que recibe como pago en el salario, y entonces el beneficio del capital se explica, como todas las demás formas de apropiación de producto del trabajo ajeno y no pagado, como mero elemento de esa plusvalía descubierta por Marx»; [pp. 188-189].

─10─
Fuerza de trabajo como mercancía, plustrabajo y plusvalía

«Marx estudia los procesos por los cuales el dinero se transforma en capital [...]. El simple propietario de mercancías vende para comprar; vende lo que no necesita, y compra lo que necesita con el dinero conseguido con la venta. El capitalista en cierne compra desde el principio algo que no necesita él mismo; compra para vender, y precisamente para vender más caro, para recuperar el valor en dinero puesto inicialmente en el negocio de compra, aumentado por nuevo dinero. Y a ese aumento llama Marx plusvalía. ¿De dónde procede esa plusvalía? No puede deberse a que el comprador compre las mercancías por debajo de su valor; ni a que el vendedor las venda por encima de él. [...] Si, como vimos, el trabajo como tal no puede tener ningún valor, este no es en modo alguno el caso de la fuerza de trabajo. Esta cobra un valor en cuanto que se convierte en mercancía [...]. "Para la transformación de dinero en capital, el propietario de dinero tiene que encontrar en el mercado de mercancías al trabajador libre, [...] en el [...] sentido de disponer [...] de su esfuerzo de trabajo como de mercancía propia [...]". Pero esta relación entre propietario de dinero o mercancías, por un lado, y propietarios de nada, salvo la propia fuerza de trabajo, por otro lado, no es una relación histórico-natural, ni es una relación común a todos los periodos históricos [...]. Y, de hecho, este trabajador libre se nos aparece de un modo masivo por vez primera en la historia a fines del siglo XV y principios del XVI, a consecuencia de la disgregación del modo de producción feudal. Con esto, y con la constitución del comercio mundial y del mercado mundial, que datan de la misma época, estaba dado el fundamento sobre el cual la masa de riqueza móvil existente podía transformarse progresivamente en capital [...]. Así, pues, Marx "no tiene del capital el concepto económico general, [...]; dice más bien que una suma de valores se convierte en capital cuando se utiliza formando plusvalía. [...] "El capital ─dice Marx─ no ha inventado el plustrabajo. [...] el plustrabajo, el trabajo realizado en añadido al tiempo necesario para el sustento del trabajador, y la apropiación de ese plustrabajo por otros, o sea la explotación del trabajo, es común a todas las formas de sociedad que han existido, en la medida en que se movieran en contraposición de clase. Pero el medio de producción no cobra, según Marx, el carácter específico de capital más que cuando el producto de ese plustrabajo asume la forma de plusvalía, cuando el propietario de los medios de producción se enfrenta con el trabajador libre [...] y le explota con el fin de producir mercancías. Y esto no ha ocurrido en grande sino desde fines del siglo XV y comienzos del XVI»; [pp. 198-203].

─11─
La toma del poder estatal por el proletariado supone el final de las contraposiciones de clase y, en consecuencia, de la finalidad del Estado como sistema opresor, el cual deviene superfluo

«El proletariado toma el poder del Estado y transforma primero los medios de producción en propiedad estatal. Pero con eso se supera a sí mismo como proletariado, supera todas las diferencias y contraposiciones de clase, y, con ello, el Estado como tal Estado. La sociedad existente hasta hoy, que se ha movido en contraposiciones de clase, necesitaba el Estado ─esto es, una organización de la clase explotadora en cada caso para mantener sus condiciones externas de la producción, es decir, señaladamente, para someter por la violencia y mantener a la clase explotada en las condiciones de opresión dictadas por el modo de producción (esclavitud, servidumbre de la gleba o vasallaje, trabajo asalariado). El Estado era el representante oficial de toda la sociedad, su resumen en una corporación visible; pero no lo era sino en la medida en que era el Estado de aquella clase que representaba en su tiempo a toda la sociedad: en la Antigüedad, fue el Estado de los ciudadanos esclavistas; en la Edad Media, el Estado de la nobleza feudal; en nuestro tiempo, el Estado de la burguesía. Al hacerse finalmente real representante de toda la sociedad, el Estado se hace él mismo superfluo. En cuanto que deja de haber clase que mantener en opresión [...] no hay ya nada que reprimir y que haga necesario un especial poder represivo, un Estado. El primer acto en el cual el Estado aparece realmente como representante de la sociedad entera ─la toma de posesión de los medios de producción en nombre de la sociedad─ es al mismo tiempo su último acto independiente como Estado. La intervención de un poder estatal en relaciones sociales va haciéndose progresivamente superflua [...]. El Estado no "se suprime", sino que se extingue»; [pp. 277-278].

─12─
La división social de clases es consecuencia de la división del trabajo, que a su vez se debe a la insuficiencia de la producción

«La escisión de la sociedad en una clase explotadora y otra explotada, en una clase dominante y otra sometida, fue consecuencia necesaria del escaso desarrollo anterior de la producción. Mientras el trabajo social total no suministra más que un fruto reducido, que supera en poco lo exigido para la existencia más modesta de todos los miembros de la sociedad, mientras, pues, el trabajo requiere todo el tiempo, o casi todo el tiempo de la gran mayoría de los miembros de la sociedad, ésta se divide necesariamente en clases. Junto a esa gran mayoría exclusivamente dedicada al trabajo se constituye una clase liberara del trabajo directamente productivo y que se ocupa de los asuntos colectivos de la sociedad: dirección del trabajo, asuntos de Estado, justicia, ciencia, artes, etc. Lo que subyace a la división en clases es la ley de la división del trabajo. [...] Mas si de esto se desprende que la división en clases tiene cierta justificación histórica, ésta vale sólo para un determinado tiempo, para determinadas condiciones sociales. La división en clases se basó en la insuficiencia de la producción, y será barrida por el pleno despliegue de las fuerzas productivas modernas. La supresión de las clases sociales tiene efectivamente como presupuesto un grado de desarrollo histórico en el cual sea un anacronismo, cosa anticuada, no ya la existencia de tal o cual clase dominante, sino el dominio de clase en general, es decir, las diferencias de clase mismas»; [pp. 278-279].

Friedrich Engels, Anti-Dühring. La subversión de la ciencia por el señor Eugen Dühring, versión española de Manuel Sacristán Luzón, Editorial Grijalbo, México D. F., 1964.

OTRAS ENTRADAS DEL BLOG SOBRE MATERIALISMO HISTÓRICO

lunes, 20 de junio de 2022

Los celtas e Irlanda

MIS ENSAYOS
LOS CELTAS E IRLANDA
por
Raúl Garrobo Robles
El presente texto forma parte del ensayo El druida, el rey y la soberanía sagrada. Aspectos míticos del antiguo pensamiento céltico irlandés a través del espejo de la primera Grecia, publicado por Eikasía. Revista de filosofía (número 17, Oviedo, marzo de 2008), y puede ser consultado en el siguiente enlace:

El "gálata moribundo". Copia romana en mármol de una estatua helenística de bronce erigida por Átalo I de Pérgamo en el siglo III a.C. tras su triunfo sobre los gálatas de Asia Menor. El guerrero, completamente desnudo ─a excepción del torque que luce en torno al cuello─, encarna con viveza la representación clásica de los celtas en batalla.

A pesar del largo período de tiempo transcurrido desde que en la segunda mitad del siglo XIX las ciencias históricas se aplicaran a desvelar el origen y evolución de los distintos pueblos célticos, todavía hoy hemos de enfrentarnos a un gran número de lagunas que nos impiden recorrer de manera lineal y sin interrupciones el devenir de estas gentes desde sus oscuros inicios hasta el momento en el que los primeros documentos escritos, redactados por griegos y romanos, comienzan a hacer mención de ellos. De hecho, es posible que jamás lleguemos a localizar las piezas que nos faltan. Mas no todo ha de ser resignación, pues, gracias a los esfuerzos realizados por las distintas generaciones de investigadores que sobre estos asuntos han venido trabajando, gracias a estos eruditos cuyos nombres pueblan los libros que reposan bajo gruesas capas de polvo en los sótanos de las bibliotecas, algo se ha avanzado, sin duda, y nuestra ignorancia, aunque persiste en muchos aspectos, no es ya la misma que a comienzos de la “edad dorada” de la investigación céltica a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Aun así, a pesar de que los senderos que nos conducen a los antiguos celtas se encuentran ahora más despejados, quien desee en nuestro tiempo abordar estas cuestiones habrá de adoptar la misma prudencia que en su día exhibieron los investigadores mencionados, pues la misma celtomanía viene a enturbiar hoy como ayer el estudio riguroso de estos asuntos.

Francisco Marco Simón, Los celtas, Historia 16, Madrid, 1999.

El origen de los celtas, al igual que el de buena parte del resto de los pueblos indoeuropeos, se remonta, hasta donde sabemos, a la prehistoria del viejo continente. Para dar cuenta de este hecho, los investigadores se sirven de los conocimientos que tanto la arqueología como la lingüística ponen a su alcance, así como de cualesquiera otros que puedan ayudar a arrojar algo de luz sobre el pasado céltico más remoto. Pues, en efecto, los datos de que se disponen son en muchas ocasiones escasos e insuficientes, lo que hace absolutamente necesario complementarlos con aquellos otros facilitados, por ejemplo, por la antropología o la mitología comparada. Debido exclusivamente a esta insuficiencia de las investigaciones, no todos los autores se aventuran a hablar estrictamente de celtas con anterioridad al final de la Primera Edad del Hierro, esto es, antes del siglo V a.C. Tal es el caso, por ejemplo, de Venceslas Kruta, para quien «la atribución a grupos étnicos de las culturas arqueológicas de la Europa bárbara sigue siendo totalmente hipotética antes de fines de la Primera Edad del Hierro». De hecho, todavía a mediados del siglo XX los arqueólogos e historiadores consideraban como célticos a los pueblos centroeuropeos de la Edad del Bronce que enterraban a sus muertos en túmulos. Incluso se creyó ver a los celtas en los pueblos que se extendieron durante los siglos XIV a IX a.C. desde Europa central hasta la península Ibérica y que nos son conocidos principalmente por su costumbre de incinerar los cuerpos de los difuntos y enterrar las cenizas en urnas de cerámica. Hoy sabemos que en ninguno de estos dos grupos se puede reconocer estrictamente a los celtas. Muy probablemente existieron elementos célticos, tanto poblacionales como culturales, entre las gentes de los túmulos y las de los campos de urnas, pero en ningún caso los datos de que disponemos nos permiten hablar de tribus célticas antes del siglo V a.C.

Venceslas Kruta, Los celtas, con un apéndice sobre los celtas de la península Ibérica a cargo de Guadalupe López Monteagudo, Edaf, Madrid, 2002.

Con anterioridad a su máximo período de expansión en los siglos IV y III a.C., sabemos que los celtas poblaban Centroeuropa desde el alto Danubio hasta el Loira. Fue éste un período de prosperidad que condujo a un aumento de la población, el cual desembocó en las invasiones de los siglos anteriormente citados. Como ha señalado Kruta, estos movimientos de población no fueron migraciones, es decir, no supusieron el abandono de la tierra patria. Fueron, más bien, procesos de colonización y de expansión que condujeron a los celtas hacia regiones diversas del continente europeo. Debemos rechazar, por lo tanto, la idea preconcebida de unas migraciones motivadas por la presión territorial ejercida por los germanos desde el norte y los romanos desde el sur. Este efecto de yunque y martillo es posterior en el tiempo y corresponde principalmente al siglo I a.C., como atestigua el relato de César sobre la migración helvética, en el que se describe a todo un pueblo preparándose para abandonar su territorio ancestral y no regresar. Durante los siglos IV y III a.C, lejos de abandonar sus tierras, los celtas ampliaron sus territorios entrando en conflicto directo con sus grandes rivales del Mediterráneo, a cuyos ojos, desde entonces, no pasaron desapercibidos, según se observa en las muchas citas y comentarios que, sobre los celtas, se pueden extraer de las obras grecorromanas.

Giuseppe Zecchini, Los druidas y la oposición de los celtas a Roma, Aldebarán, Madrid, 2002.

Uno de los aspectos en el que los especialistas se pusieron de acuerdo ya hace tiempo es el de clasificar a los celtas no sólo por su evolución histórica y sus rasgos culturales, sino también, muy importante, en función de las características de sus respectivas lenguas, a saber, la goidélica y la britónica. Como resultado, dos son los grupos célticos que hemos de distinguir: los goidelos y los bretones. Ambos grupos emigraron a las islas occidentales desde el continente europeo, sin embargo, si seguimos la opinión de Henri Hubert, los goidelos hubieron de alcanzarlas mucho antes que el grupo britónico, el cual lo hizo durante la Segunda Edad del Hierro. Además, si en Gran Bretaña los goidelos fueron absorbidos por el empuje de la cultura britónica, no ocurrió lo mismo en Irlanda, donde la población céltica más antigua logró preservar buena parte de su identidad ante el avance de sus parientes. Ésta es una de las causas por las que la sociedad céltica que nos describe la literatura irlandesa de tradición oral se asemeja a la griega homérica, pues ambas responden en última instancia a grupos humanos que aún se encontraban ligados en cierto modo a la Edad del Hierro e, incluso, a la del Bronce.

Henri Hubert, Los celtas y la civilización céltica, Akal, Madrid, 2000.

Tras el ascenso militar de Roma en las regiones continentales, sólo los celtas de las islas de Gran Bretaña y de Irlanda lograron mantener su identidad cultural. De hecho, a pesar de la llegada del cristianismo a sus tierras y el control romano de buena parte de la isla de Bretaña, la cultura y costumbres de los bretones y los goidelos se mantuvieron a salvo. Fueron las invasiones bárbaras sobre las islas las que pusieron fin a la pervivencia céltica en los territorios de la actual Inglaterra. Aun así, en ciertas zonas de Escocia y Gales, así como en otras de la Bretaña Armoricana, el espíritu céltico ha sobrevivido, más o menos inalterado, hasta nuestros días, mientras que en Irlanda, por su parte, nunca ha desaparecido.

Jean Markale, Los celtas y la civilización céltica. Mito e historia, Taurus, Barcelona, 1992.

No cabe duda, la localización geográfica de Irlanda fue la que preservó a la isla del grueso de los procesos de fluctuación que se produjeron sobre las diversas identidades culturales de raíz indoeuropea en el occidente continental desde la aparición de la potencia militar romana hasta la desintegración del Imperio y la formación de los distintos reinos medievales. Con el propósito de ilustrar esta afirmación se suele decir de Irlanda que nunca fue romanizada, aunque sí cristianizada. Sin embargo, si seguimos a Jean Markale, las características del cristianismo que floreció en la isla desde que San Patricio se encargara de iniciar su conversión allá por el siglo V d.C., a pesar de la pertenencia a la institución episcopal por parte del santo, encauzaron en una vertiente monacal de evolución propia que terminó por diferir sensiblemente de las maneras romanas. De hecho, fueron las características de este cristianismo céltico las que preservaron intacta, salvó mínimas variaciones, buena parte de la riquísima tradición oral vinculada a la iletrada población irlandesa de la Edad de los Metales; una tradición oral que sólo tras la adopción del cristianismo fue puesta por escrito en los monasterios irlandeses medievales, cuando la clase druídica, y con ella su máxima de prohibir la escritura, había quedado ya desplazada en favor del clero cristiano.

Jean Markale, El cristianismo celta. Orígenes y huellas de una espiritualidad perdida, Jose. J. de Olañeta, Palma de Mallorca, 2001.
 
OTRAS ENTRADAS DEL BLOG SOBRE HISTORIA Y MITOLOGÍA IRLANDESAS

domingo, 12 de junio de 2022

La literatura irlandesa altomedieval de tradición oral

MIS ENSAYOS
LA LITERATURA IRLANDESA ALTOMEDIEVAL DE TRADICIÓN ORAL
por
Raúl Garrobo Robles
El presente texto forma parte del ensayo El druida, el rey y la soberanía sagrada. Aspectos míticos del antiguo pensamiento céltico irlandés a través del espejo de la primera Grecia, publicado por Eikasía. Revista de filosofía (número 17, Oviedo, marzo de 2008), y puede ser consultado en el siguiente enlace:

El papel desempeñado por el cristianismo en Irlanda fue decisivo en lo que respecta a la dirección de los cambios que se produjeron en la isla. En poco tiempo los celtas dejaron de ser una población iletrada, de costumbres y creencias paganas, para convertirse a la nueva religión que triunfaba en el este y adoptar la escritura. Como consecuencia, según fueron renunciando a su oralidad, los primeros irlandeses en aceptar el cristianismo fueron también los primeros en alfabetizarse, hasta el punto de que ellos mismos se reunieron para erigir pequeños núcleos monásticos, básicamente aldeas, en los que habrían de desplegar sus habilidades intelectuales ligadas a la escritura. «Tan despreocupados sobre la ortodoxia del pensamiento como despreocupados estaban por la uniformidad de las prácticas monásticas» ─escribe Thomas Cahill─ «los monjes introdujeron en sus bibliotecas todo lo que les caía en las manos. Tomaron la resolución de no dejar fuera nada. No eran para ellos los escrúpulos de san Jerónimo, que temía acabar ardiendo en el infierno si leía a Cicerón. Una vez supieron leer los evangelios y los demás textos de la sagrada Biblia, las vidas de los mártires y de los ascetas, y los sermones y los comentarios de los padres de la Iglesia, empezaron a devorar toda la antigua literatura griega y latina que se les ponía por delante». Fue esta temprana vocación por la cultura y las lenguas clásicas la que les llevó a copiar una y otra vez las obras grecorromanas de la Antigüedad salvándolas de la oscuridad que por entonces cubría las regiones continentales de Europa. Llegaron incluso a traducir algunas de ellas a su propia lengua céltica. Pero, sobre todo, lejos de seguir las directrices que, desde Roma, se extendían sobre el resto de las circunscripciones episcopales, los monjes irlandeses no renunciaron a poner por escrito su propia literatura pagana de tradición oral. Por ello, gracias al apego que en su día mostraron por su patrimonio cultural, actualmente podemos disfrutar de la literatura vernácula europea más antigua que haya sobrevivido, la cual, a la manera de los poemas de Homero, nos permite contemplar el remoto escenario donde se fraguó buena parte de nuestro pasado europeo.

Thomas Cahill, De cómo los irlandeses salvaron la civilización. La historia nunca contada de cómo los irlandeses copiaron y salvaron los manuscritos clásicos, Debate, Madrid, 1998.

Cuán dura y tediosa debió ser en ocasiones la tarea de estos monjes-escribas lo podemos entrever en muchas de sus glosas, algunas de las cuales constituyen verdaderas piezas maestras de la lírica irlandesa, como es el caso del siguiente poema de finales del siglo VIII o principios del IX compuesto sin duda por uno de los muchos monjes de la isla que asumieron sobre sí la tarea de extender el monacato irlandés en el continente:
«El blanco Pangur y yo
ejercemos cada uno nuestro oficio:
él pone atención en cazar,
yo pongo atención en mi arte.
Yo prefiero, antes que la fama,
ponerme aplicado en mi libro;
el blanco Pangur no me envidia,
prefiere su juego de niños.
Cuando –siempre la misma historia–
estamos solos en casa,
tenemos en qué ocupar nuestro ingenio,
cada uno en un juego interminable.
A menudo, tras reñidos combates,
un ratón cae entre sus redes;
por lo que a mí respecta, cae en mi red
una difícil ley de intrincado sentido.
Él dirige sus claros ojos, perfectos,
a los muros de alrededor;
yo dirijo a la honda sabiduría
mis límpidos ojos cansados.
Se alegra, con ágil movimiento,
cuando un ratón se prende de su zarpa;
si entiendo algo difícil que me gusta,
también yo mucho me alegro.
Aunque estemos así siempre,
ninguno estorba al otro:
gusta a cada uno su oficio,
disfrutamos uno y otro con ellos.
Él es el solo señor
del trabajo que hace cada día;
a comprender bien lo que es difícil
dedico yo mi trabajo».
Según nos transmite el poema, el prolongado trabajo en el scriptorium debió exigir de estos monjes una gran dedicación hacia las letras y lo que éstas podían transmitir, pues sólo amando su tarea en el día a día pudieron recoger por escrito la gran variedad de poesía, canciones, proverbios, genealogías y tradiciones locales que aparecen en los manuscritos, ya como piezas independientes, ya insertas en programas narrativos de mayor amplitud. Sin embargo, más allá de esta literatura a la que, a falta de mejor término, llamaremos “menor”, la verdadera riqueza literaria de los manuscritos irlandeses, no cabe duda, se localiza en su relatos mitológicos y legendarios, los cuales, a pesar de que en algunas ocasiones fueron puestos por escrito en fecha bastante tardía, recogen y conforman la auténtica herencia céltica irlandesa.

Antiguos poemas irlandeses, selección y traducción de Antonio Rivero Taravillo, Gredos, Madrid, 2001. 

Los principales manuscritos medievales irlandeses que incorporan las leyendas de los dioses y héroes de la isla, tanto por su antigüedad como por la riqueza de su contenido, son el Lebor na hUídre (Libro de la vaca parda), que data de principios del siglo XII d. C., y el Lebor Laignech (Libro de Leinster), de mediados del mismo siglo. Estas fechas ─repitámoslo─ sólo indican el momento en el que cada códice fue redactado, lo que ha llevado a los especialistas a suponer una antigüedad mucho mayor para los relatos que aparecen en los manuscritos, ofreciendo criterios que vinculan esta literatura con formas culturales propias de la Edad del Hierro. Estos criterios se apoyan, en primer lugar, en el análisis de la lengua reflejada en los códices, así como en el estudio del carácter oral de la composición y transmisión de los relatos en relación con los diversos momentos en los que éstos fueron puestos por escrito. Además, por norma general disponemos de varios fragmentos de distintas versiones de cada relato, donde cada una de ellas presenta pequeñas variaciones lingüísticas y de contenido, lo que ha llevado a los eruditos a afirmar la pervivencia de una misma historia o leyenda a lo largo de los siglos y su reiterada puesta por escrito, ya bien desde la propia tradición oral o desde otra versión manuscrita preexistente. En segundo lugar, los especialistas comparan el contenido de los relatos con los restos materiales de la Irlanda pagana que aporta la arqueología. Por todo ello, como resultado de las investigaciones, muchos especialistas no han dudado en afirmar que el mundo que aparece reflejado en los relatos de los manuscritos pertenece en esencia a la Edad del Hierro irlandesa (la cual se prolonga hasta el siglo IV d. C.) o, al menos, a los primeros siglos de la Alta Edad Media (siglos V-VII d. C.).

Aspects of the Táin, con ensayos de Patricia Kelly, J. P. Mallory y Ruairí Ó hUiginn, December Publications, Belfast, 1992.

El conjunto de las antiguas leyendas irlandesas ha sido agrupado por los comentaristas actuales en cuatro grandes ciclos a la manera de la antigua literatura griega, en la que se suele distinguir, por ejemplo, el Ciclo de Troya respecto del tebano, y éstos, a su vez, de composiciones teogónicas como la de Hesíodo. Como es natural, los propios poetas irlandeses nada sabían de la existencia de estos ciclos, pues ellos distinguían cada una de las composiciones que debían memorizar en función de su temática interna, que era independiente del trasfondo del relato.

Myles Dillon, Early Irish literature, The University of Chicago Press, Chicago, 1948.

Por lo que se refiere a la división contemporánea de estas leyendas en ciclos, cuatro son los que se reconocen normalmente. Veámoslos.

El primero de ellos es el Ciclo Mitológico, donde se narran algunos de los conflictos bélicos que se dieron en la Irlanda primordial a raíz de las diferentes invasiones que sufrió la isla por parte de diversos pueblos, entre ellos las famosas Túatha Dé Danann (tribus de la diosa Dana), hasta la llegada de los goidelos. También se incluyen en este ciclo los immrama, esto es, las navegaciones a las que determinados personajes o héroes se sometían hasta alcanzar el Otro Mundo irlandés. Por lo demás, algunos de los relatos más destacables de este ciclo son el Leabhar Gabhála (El libro de las invasiones), el Cath Maige Tuired (La segunda batalla de Mag Tuired) o el Imram Brain (La navegación de Bran).

El segundo de los cuatro grandes ciclos irlandeses es el del Ulster, el cual recoge las hazañas bélicas del héroe Cú Chulainn y del resto de paladines ulates durante el gobierno del rey Conchobar sobre la provincia del Ulster, constantemente enemistada con el resto de las provincias irlandesas. Dentro de este ciclo destaca por encima de todos los demás relatos la Táin Bó Cúailnge (El robo del toro de Cooley), aunque la Mesca Ulad (La embriaguez de los ulates), el Serglige Con Culainn (La postración de Cú Chulainn) o la Fled Bricrend (El festín de Bricriu) también son reseñables.

El tercer gran grupo de leyendas se recoge en el Ciclo de Leinster, también conocido como Ciclo de Finn o Ciclo Osiánico. En estos relatos se narran las aventuras del gran héroe Finn mac Cumaill y su grupo de guerreros, los fíanna. En este caso, la pieza más importante de este ciclo es la Acallam na Senórach (La conversación de los ancianos), aunque existen otros muchos relatos de gran interés.

Por último, el Ciclo de los Reyes conforma el cuarto de estos grupos de leyendas. El conjunto de sus relatos es conocido también como el Ciclo Histórico, pues en él se recogen varios relatos protagonizados por personajes, reyes en su mayoría, que poseen cierto trasfondo histórico. Entre los relatos de este ciclo destaca la bellísima Togail Bruidne Dá Derga (El ataque a la casa de huéspedes de Dá Derga), ─sin duda alguna una de nuestras leyendas favoritas─.

Jean Markale, La epopeya celta en Irlanda, Júcar, Madrid, 1975.

Al agrupar estas leyendas en ciclos, los especialistas han facilitado el acceso por parte del gran público a la literatura irlandesa de tradición oral, favoreciendo la comprensión del complejo edificio mitológico y legendario que crearan los antiguos habitantes de la isla. Sin embargo, a los poetas irlandeses no se les pasó por la cabeza el clasificar sus relatos de esta manera, pues hemos de suponer que eran conscientes de que el resto de la población conocía perfectamente los nombres de sus dioses y héroes legendarios. En su lugar, independientemente del trasfondo de los diferentes relatos, ya giraran éstos en torno a una determinada provincia o héroe, los antiguos poetas los agruparon en función de su temática, lo que dio como resultado un número muy elevado de arquetipos o series narrativas a memorizar. 

Alwyn & Brinley Rees, Celtic heritage. Ancient tradition in Ireland and Wales, Thames and Hudson, Londres, 1998.

Sabemos que para alcanzar el máximo grado dentro del grupo de los poetas, los miembros de la clase intelectual druídica debían conocer 350 historias agrupadas en no menos de diecinueve series argumentales. Con el objeto de ilustrar perfectamente la riqueza de la literatura mitológica y heroica irlandesa, es nuestra intención enumerar a continuación el nombre de cada una de estas series, pues, de hecho, éstas nos son conocidas gracias a dos listas incluidas en manuscritos que probablemente se remontan a un original del siglo X d. C. Las diferentes series, reunidas desde las listas conocidas como A y B, son las togla (ataques), las tána (incursiones a provincias vecinas para adueñarse del ganado), los tochmarca (galanteos para cortejar a una mujer), los catha (batallas), los uatha (escondrijos con objeto de ocultarse), los immrama (navegaciones), las oitte (muertes violentas), las fessa (festines), las forbassa (asedios), las echtrai (salidas en búsqueda de aventuras), los aithid (fugas de amantes), los airgne (asesinatos), los tomadma (inundaciones), las físi (visiones), las serca (amores), las sluagid (expediciones militares), las tochomlada (invasiones), las coimperta (concepciones y nacimientos) y, en último lugar, los buili (enloquecimientos).

Myles Dillon, Early Irish literature, The University of Chicago Press, Chicago, 1948.

OTRAS ENTRADAS DEL BLOG SOBRE IRLANDA

miércoles, 18 de mayo de 2022

Antonio Turiel. "Petrocalipsis. Crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionar"

CONTEXTOS
ANTONIO TURIEL
PETROCALIPSIS. CRISIS ENERGÉTICA GLOBAL Y CÓMO (NO) LA VAMOS A SOLUCIONAR
selección de
Raúl Garrobo Robles

«Esta crisis no acabará nunca», crepita la sucesión de palabras que perfilan la grafía de un discurso que se propone como combustible para el cambio. El autor que las suscribe es Antonio Turiel, doctor en Física Teórica e investigador en el Instituto de Ciencias del Mar (CSIC) de Barcelona, quien, en cuestión de combustibles, es hombre versado. Petrocalipsis. Crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionar es el título del libro que ─con permiso de su celebérrimo blog The Oil Crash─ le está reportando fama tanto en las redes sociales como en los círculos académicos. Los antiguos griegos distinguían la féme (ruido, rumor, reputación) de la kléos (gloria, renombre, honor) y de ambas por igual recibe nuestro héroe civilizador, cuyos anchos hombros cargan por nosotros el pesado fardo del cambio; tamaña es la reacción ─en el sentido ideológico de esta palabra─ que provocan sus asertos. A dios le llegó su hora hace ya tiempo; ahora le aguarda mismo trance al capitalismo. Y, como en eterno retorno de lo mismo, el último hombre nietzscheano siempre pululando de por medio, entorpeciendo.

Para que se produzca el buen cambio ─ese "buen colapsar" de que a menudo nos habla otro de los grandes: Jorge Riechmann─, los combustibles de que hoy dependemos ─los de origen fósil─, los mismos que entran en declive y para los que no tenemos sustitutivos energéticos en esta nuestra decadente civilización, tales combustibles deben encontrar su agónica némesis en otra fuerza irremplazable: la palabra hecha voluntad. Si del petróleo ─nos recuerda Turiel─ lo que lo convierte en insustituible es su elevada proporción de energía en relación con su escaso volumen y su facilidad para transportarlo, para desbancarlo, para descentrarlo de nuestra civilización, se requerirá igual recurso, aunque inversamente proporcional. Gorgias, que nunca condujo un automóvil, sabía ya de su poder: «La palabra es un poderoso soberano que, con un cuerpo pequeñísimo y completamente invisible, lleva a cabo obras sumamente divinas». Y, en cuestión de combustibles fósiles, energías renovables y crisis energética global, sólo se requiere voluntad para decir públicamente las palabras prohibidas. Tabú de tabúes, incesto de todos los interdictos sociales, decimos contigo, Antonio: el capitalismo ha muerto; el capitalismo ha sido tan sólo un estado transitorio que el ser humano debía superar. Hágase la luz. ¡Eso, la luz! ¡Pero, a partir de ahora, sin negocio!

Para contribuir al cambio, me he permitido extractar algunos pasajes del libro de Turiel publicado por la editorial madrileña Alfabeto. Lejos de aspirar a sustituir la lectura directa y completa de la obra, los textos aquí reunidos pretenden promover su relevancia actual y animar a continuar su lectura a quienes se vean llamados por ellos, pero ya en su formato originario.

Antonio Turiel Martínez.

SELECCIÓN DE TEXTOS

Texto 1: Crisis civilizatoria
Nuestra civilización atraviesa una crisis de la que ya no saldrá, pues ha entrado en conflicto con los límites físicos que se lo impedirán
«Jamás saldremos de esta crisis. No, al menos, dentro del esquema económico y social del que nos hemos dotado. No crea el lector que se trata de una afirmación gratuita. En realidad, hace mucho tiempo que se sabe que iba a pasar esto; lo que ocurre es que no queríamos cambiar y por eso no lo hemos hecho. Pero ahora ya no se puede esperar más: hemos llegado a ese día en que las consecuencias de nuestros actos se han vuelto concluyentes. Pero, veamos, ¿quién soy yo para decir que no vamos a salir nunca de esta crisis? Bueno, soy un científico. Pero no un economista, sino un físico y matemático. ¿Y qué puede saber un físico de economía? En realidad, no demasiado: más bien algunas cuestiones básicas de las que me considero autodidacta. Y, entonces, ¿cómo puedo afirmar tan rotundamente que no saldremos jamás de esta crisis? Porque cuanto impide la salida de esta crisis constituyen razones físicas, a saber: es físicamente imposible volver a crecer desde una perspectiva económica, y no solo eso, sino que incluso estamos condenados a decrecer. Dicho de otro modo: lo establecen las leyes de la física. No sé dónde acabaremos exactamente, pero sí sé con certeza donde no terminaremos»; [p. 12].
Texto 2: Petróleo
Las características del petróleo (mucha energía en poco volumen) lo convierten en el combustible que impulsa nuestra civilización global y nos hace extremadamente dependientes de él
«Es conocido por todos que el empleo de petróleo perjudica el medio ambiente. No en vano, nuestro consumo de petróleo libera grandes cantidades de dióxido de carbono que contribuyen al cambio climático, junto con otros gases contaminantes que provocan enfermedades respiratorias. Además, la extracción de petróleo puede contaminar el agua y la tierra de las zonas que lo albergan. Pero no podemos dejar de usarlo. De hecho, no sabemos cómo dejar de usarlo. ¿A qué es debido? ¿Qué tiene el petróleo que lo haga tan apetecible e irremplazable? [...] El petróleo, como el resto de los combustibles, contiene mucha energía en poco volumen: es una sustancia energéticamente densa. Y eso es lo que lo vuelve tan interesante. Y tan necesario. En efecto: un litro de petróleo contiene aproximadamente treinta millones de julios de energía. [...] los treinta millones de julios de energía contenidos en un litro de petróleo equivaldrían al trabajo físico humano desplegado por [(...) un] trabajador durante ochenta y tres intensas horas de esfuerzo. Eso serían casi tres días y medio sin parar o bien, si lo expresamos en agotadoras jornadas de ocho horas diarias, poco más que diez días de trabajo. [...] El petróleo, hoy en día, viene a ser la savia de la economía mundial. [...] Gracias a la abundancia del petróleo barato que ha caracterizado las últimas décadas, el sistema de transporte mundial se ha expandido hasta alcanzar el gigantismo actual, lo que ha hecho posible el sueño de la globalización. [...] Y no solo eso: el petróleo también se usa para mantener en marcha maquinaria fundamental, desde las grúas y excavadoras que usamos para construir, mantener y reparar nuestras infraestructuras hasta los tractores y cosechadoras que garantizan la producción masiva de alimentos (y eso sin hablar de los usos químicos del petróleo: plásticos, reactivos, alquitranes, parafinas...). Hemos creado un enorme monstruo que se alimenta de petróleo. Un gigante que mantiene en marcha la economía y nos proporciona empleos, seguridad, alimentos... La tercera parte de la energía que se consume hoy en día en el mundo proviene del petróleo, lo cual lo convierte en la fuente de energía más importante de todas las que usamos. Queremos prescindir del petróleo porque sabemos que no es bueno para el medio ambiente, pero no podemos dejar de usarlo de forma repentina. [...] Lo sensato sería ir adoptando un plan para el abandono progresivo del petróleo, pero, como el petróleo es tan versátil, tan fácil de transportar, tan energético..., cuesta mucho prescindir de ese líquido con propiedades casi mágicas. Y, como de momento tampoco existen alternativas energéticas que sean, cuando menos, tan útiles y baratas, en la práctica no se están llevando a cabo verdaderos cambios. Porque no es rentable, no es económico y porque, en el fondo, no creemos que sea tan necesario»; [pp. 19-23].
Texto 3: Peak oil
¿Qué es el peak oil? Acerca de cómo hemos alcanzado el punto máximo de extracción de petróleo crudo convencional en 2005-2006 y cómo los petróleos no convencionales no serán suficientes para evitar el descenso global y paulatino de la producción de combustibles fósiles
«El peak oil supone la llegada al punto de máxima extracción posible de petróleo en el mundo. [...] Es un hecho conocido desde hace décadas que, a pesar de que las reservas de petróleo puedan ser inmensas, la velocidad a la que extraemos (o producimos) petróleo se halla limitada por diversos factores físicos [...] después de haber alcanzado su máximo, la velocidad de extracción de petróleo irá reduciéndose paulatinamente sin remedio. La razón de este descenso en la producción es fácil de entender si uno piensa en cómo se encuentra el petróleo en el subsuelo. El petróleo se halla generalmente ocupando las oquedades e intersticios de una roca de tipo poroso [...]. Cuando se comienza a explotar un yacimiento de petróleo, se realiza una perforación desde la superficie hasta llegar a la roca reservorio. Como el petróleo es un líquido y, a la profundidad a la que se encuentra, está sometido a una gran presión (la del peso de toda la roca que tiene encima), tan pronto como se le abre una vía de escape, el petróleo comienza a fluir con fuerza a la superficie. El petróleo va fluyendo libremente, pero, a medida que vamos extrayéndolo, la roca reservorio va compactándose: sin el petróleo de su interior, y sometida a presiones increíbles, la roca se comprime y cimenta. Eso es malo para el flujo del petróleo, porque los canales interiores de la roca por los que iba circulando se van primero estrangulando y finalmente cerrando a medida que la roca colapsa. Para evitar que descienda el flujo de petróleo, las compañías petroleras utilizan múltiples técnicas [...]. Generalmente se abren pozos auxiliares por los que se inyecta agua o gas a presión, lo cual permite mantener la presión interior de la roca y evitar que colapse y, al mismo tiempo, empujar el petróleo hacia los pozos de extracción. [...] El caso es que, al final, lo que va quedando en la roca es el petróleo disperso, el que está diseminado aquí y allá en forma de gotitas, de pequeñas bolsas a lo sumo. La mayoría del petróleo contenido en la roca nunca llegará a ver la luz, simplemente porque se halla tan diseminado que intentar extraerlo costaría una cantidad de energía, y de dinero, tan descomunal que nunca merecerá la pena sacarlo: pensemos que, de promedio, solo se puede extraer el 35% de todo el petróleo que alberga una formación de petróleo convencional. [...] Es un lugar común entre las empresas que se dedican al negocio del petróleo enfatizar lo enormes que son las reservas mundiales de petróleo para, así, dar a entender que no puede haber problemas con el suministro de petróleo. [...] El problema es que todos esos hidrocarburos no van a salir a la misma velocidad con la que hoy los consumimos, sino a la que permitan las limitaciones geológicas y físicas. [...] Aquí reside el verdadero problema. [...] le hablas a la gente de "agotamiento del petróleo" y la mayoría cree que el problema consiste en que el día menos pensado no va a salir ni una gota más: que pasaremos, de golpe, de la abundancia a la carestía más feroz. Esta visión equivocada proviene del hecho de pensar que la extracción de petróleo equivale a abrir un grifo de un depósito: el líquido fluye hasta que se acaba. Ya hemos explicado, sin embargo, que la disposición del petróleo en el subsuelo es mucho más complicada y que se sigue una curva de producción: con su ascenso, culminación y ulterior descenso. Por tanto, el problema que se plantea con el agotamiento del petróleo no es que su producción se detenga de golpe, sino que, a partir de cierto momento, empiece a disminuir, aunque ese descenso se produzca a lo largo de muchas décadas. [...] En 2010, la Agencia Internacional de la Energía reconoció por primera vez que la producción de petróleo crudo convencional (el petróleo de toda la vida) había tocado fondo entre 2005 y 2006. En esos años llegó a su máximo histórico, de casi setenta millones de barriles diarios y, desde entonces, ha ido cayendo lentamente: a finales de 2018 la producción de petróleo crudo convencional se situaba en los 67 millones de barriles diarios. Afortunadamente para nosotros, no todos los líquidos del petróleo que se consumen hoy en día son petróleo crudo convencional: están los otros petróleos, los no convencionales, que, al término de 2018, representaban 26 millones de barriles diarios más, hasta completar la cifra de 93 millones de barriles diarios de media de 2018. Por tanto, ahora mismo la única cosa que puede hacer crecer la producción de todos los líquidos del petróleo son esos petróleos no convencionales. No solo eso, sino que, además, tienen que compensar la caída del petróleo crudo convencional, un descenso que de momento es moderado, pero que se va a ir acelerando en los próximos años. ¿Pueden los petróleos no convencionales permitirnos continuar con nuestro consumo creciente de todos los líquidos del petróleo? [...] veremos que no, que los petróleos no convencionales en absoluto van a permitirnos seguir aumentando la producción de petróleo. [...] enumeremos cuáles son los principales petróleos no convencionales: 1. Los líquidos del gas natural. 2. Los biocombustibles. 3. Los petróleos en aguas ultraprofundas. 4. Los petróleos extrapesados provenientes de las arenas bituminosas de Canadá y de la Franja del Orinoco de Venezuela. 5. El petróleo ligero de roca compacta proveniente de la fractura hidráulica (fracking)»; [pp. 25-31].
Texto 4: Fracking
La producción de petróleo por medio de la técnica del fracking es demasiado costosa como para que las compañías petrolíferas continúen invirtiendo en ella más allá de 2025
«Cómo comentábamos antes, hacia 2005 la producción de petróleo crudo convencional comenzó el lento declive en el que está inmersa desde entonces. En 2008, el precio del barril de petróleo se disparó hasta niveles nunca vistos con anterioridad, y en julio alcanzó casi los ciento cincuenta dólares, por lo que el mundo entró en una profunda recesión económica. Mucho se habló entonces acerca del esquema financiero de las hipotecas basura y muy poco del papel que había desempeñado el encarecimiento de la energía durante esos meses, a pesar de que ─sin duda─ los elevados precios del petróleo tuvieron una gran relevancia en el desencadenamiento de la crisis. El hecho es que los analistas del sector sabían y comprendían de sobra que había que hacer algo de forma urgente para paliar la llegada al peak oil del crudo convencional, y por ese motivo era preciso conseguir cuanto antes una nueva fuente de hidrocarburos líquidos. Cualquiera. Al precio que fuera. A finales de 2009 y principios de 2010, [...] en los Estados Unidos se comenzaron a explotar nuevos tipos de hidrocarburos líquidos. Se trataba de extraer un hidrocarburo semejante al petróleo convencional, pero que, en vez de ocupar las oquedades y recovecos de una roca porosa ─semejante a una esponja─, se encontraba atrapado dentro de una roca compacta, sin cavidades conectadas y en la cual el petróleo no podía fluir a partir de la perforación inicial. Para poder extraer esos hidrocarburos se recurrió en primer lugar a la técnica de la perforación horizontal [...]. Sin embargo, como la roca sigue siendo demasiado compacta y el petróleo no fluye con facilidad, se recurre a una segunda técnica: la de la fractura hidráulica (en inglés, hydrofracking, una expresión que luego se abreviaría como fracking). La fractura hidráulica consiste en inyectar agua y arena a presión a impulsos repentinos que son prácticamente como explosiones con el objetivo de fracturar la roca compacta y así volverla porosa a la fuerza. [...] Como es fácil suponer, la técnica de explotación del fracking (que comprende la perforación horizontal múltiple y la fractura hidráulica) resulta extremadamente costosa, y por ese motivo no se ha usado de forma masiva hasta que nuestra desesperación nos ha obligado a ello. [...] Añádase a esto que los pozos de fracking obtienen el 80% de su rendimiento en los dos primeros años y que cinco años después su producción resulta completamente despreciable, por lo que se suelen abandonar antes de cumplirse ese plazo, y se comprenderá por qué no se han hecho oleoductos que transporten la producción, pues los pozos duran tan poco tiempo que no sale a cuenta. Todo se traslada en camión, tanto el petróleo que se extrae como el agua y la arena que se inyectan para hacer la factura hidráulica, las sustancias que se usan para favorecer el flujo de hidrocarburos y las aguas contaminadas que afloran. Todo va en camiones, que en las zonas más productivas forman hileras interminables que circulan veinticuatro horas al día. Y como de promedio se necesitan doscientos pozos de fracking para producir lo mismo que con un pozo convencional, se tienen que perforar miles de pozos, sin pausa, para mantener en marcha semejante industria. [...] desde numerosos medios ─ya en 2012─ se saludó con efusión la llegada del fracking [...] Sin embargo, ya en 2014 el Departamento de Energía de los Estados Unidos alertaba de que las 127 mayores compañías de petróleo y gas de todo el mundo (contando las públicas y privadas, nacionales y multinacionales) habían estado perdiendo más de ciento diez mil millones de dólares por año de 2012 a 2014. [...] La causa fundamental de estas pérdidas fueron los gigantescos gastos en exploración y desarrollo, que se multiplicaron casi por tres de 2000 a 2014, y justamente el fracking fue uno de los responsables de ese enorme incremento del gasto. [...] Para agravarlo aún más, la deuda anual solo del sector del fracking estadounidense se incrementa en varias decenas de miles de millones de dólares por año. [...] Según las previsiones más pesimistas, está técnica de extracción ha tocado fondo en 2019; según las más optimistas, no llegará a su culmen hasta 2025»; [pp. 34-41].
Texto 5: Petróleos extrapesados
La producción de petróleos extrapesados requiere grandes cantidades de agua, calor y de otros hidrocarburos ligeros y, además, ocasiona graves daños medioambientales
«Desde hace muchas décadas se conocen las grandes reservas mundiales que existen de los petróleos extrapesados, cuyos mayores depósitos se encuentran en Canadá y en Venezuela. Estos petróleos extrapesados se denominan así porque son muy densos y viscosos, hasta el extremo de que no se pueden considerar propiamente líquidos: su aspecto es, más bien, el de la brea o el alquitrán. Resultan unos ungüentos grasos, densos y pegajosos, más útiles para calafatear barcas o para asfaltar carreteras que para quemar. El nombre técnico de este tipo de sustancias es bitumen, y por eso en el caso de los depósitos de Canadá, donde el petróleo extrapesado se encuentra mezclado con arena, se las conoce como arenas bituminosas. En Venezuela también se presenta mezclado con el sustrato arenoso de la selva del río Orinoco, en una zona de más difícil acceso que en Canadá, aunque las reservas venezolanas son enormes. La extracción del petróleo extrapesado despega hacia 2000, en un momento en que se empieza a intuir que el petróleo crudo convencional no subirá más, pero es a partir de 2005, cuando el petróleo crudo convencional toca fondo, que empieza a concederse más importancia a los petróleos extrapesados. [...] Sin embargo, demasiado pronto se vio que los petróleos extrapesados presentaban demasiadas limitaciones al no permitir alcanzar un alto nivel de producción, y creaban, además, graves problemas ambientales. La explotación de los petróleos extrapesados plantea enormes retos ya desde su misma extracción. Dado que no fluyen de ninguna manera, se tiene que comenzar por reblandecerlos y arrastrarlos con vapor de agua a mucha presión. Esto implica, en primer lugar, un gran consumo de agua y, en segundo, un gran consumo de energía para calentar el agua hasta convertirla en vapor e inyectarla en el subsuelo para ir extrayendo el bitumen. [...] Pero ahí no acaba la cosa. [...] hay que mejorar el bitumen para poder transformarlo en combustible idóneo para coches, camiones, tractores, excavadoras, aviones, barcos... Para lo cual se han seguido diversas estrategias [...]. En Canadá, debido a la proximidad de las explotaciones de las arenas bituminosas a los grandes yacimientos de gas natural, se usó inicialmente ese gas [...]. Pero, a medida que la producción de bitumen canadiense fue subiendo, pronto se vio que no habría suficiente gas natural [...]. Hubo que buscar una estrategia alternativa, y esta fue la de mezclar el bitumen con petróleo más ligero proveniente de los Estados Unidos [...]. Venezuela optó desde el principio por mezclar sus petróleos extrapesados con el petróleo ligero que la propia Venezuela extraía de la bahía de Maracaibo, pero [...] pronto comenzó a faltar petróleo ligero para conseguir realizar la orimulsión y Venezuela empezó a importarlo de otros países [...]. Durante la primera década de este siglo se exagero mucho la importancia de los petróleos extrapesados, ya que sus reservas equivalen a un par de siglos del consumo actual de petróleo. Sin embargo, por más bitumen que encontremos en el subsuelo, al final la producción mundial de petróleos extrapesados difícilmente superará nunca los cuatro millones de barriles diarios (poco más del 4% del total actual), y no por falta de reservas de bitumen, sino por escasez de los otros medios que se necesitan: agua, calor y una fuente de hidrocarburos ligeros extra con los que poder combinarlos. Además, la explotación de este recurso conlleva una destrucción medioambiental difícilmente comparable con la de otras fuentes energéticas [...] la inversión en los petróleos extrapesados es ruinosa desde un punto de vista medioambiental, pero también supone una ruina económica: el elevado coste energético hace que el rendimiento de este tipo de explotación no pueda ser nunca económicamente rentable»; [pp. 45-49].
Texto 6: Petróleo bajo los océanos y el Ártico
La extracción del petróleo contenido en los escasos depósitos oceánicos y del Ártico es demasiado costosa y peligrosa como para ser rentable
«[...] con el embargo árabe de 1973 primero y la guerra Irak-Irán de 1978 después, [...] el mundo tuvo que buscar nuevas fuentes de petróleo. [...] por primera vez se empezaron a explotar de forma masiva los yacimientos de petróleo en el mar, concretamente, en la denominada plataforma continental o zona sedimentaria de agua menos profunda que rodea los continentes. Y así empezó a ganar importancia el petróleo offshore o de yacimientos en el mar. De modo que, a medida que los yacimientos que se encuentran sobre la plataforma continental se iban agotando, lo lógico era pensar que el siguiente paso sería desplazarse a alta mar. [...] La plataforma continental es una zona del mar cercana a los continentes que se caracteriza porque su fondo marino presenta unas características geológicas diferentes de las del fondo en alta mar y por ser mucho menos profundo (de unos pocos metros a unos 200 metros). [...] Por tanto, los yacimientos de petróleo que se encuentren en la plataforma continental son fáciles de explotar [...]. En contraste, la situación es muy diferente en alta mar. La profundidad media de los grandes océanos es de varios miles de metros [...]. Los yacimientos de Brasil y Angola se encuentran preferentemente en la zona denominada de talud continental, que es el espacio de transición entre la plataforma continental y el mar profundo. Estos yacimientos se suelen ubicar bajo una lámina de agua de unos dos mil metros y bajo estratos de roca de unos tres mil metros de grosor; por tanto, se trata de extraer el petróleo que se halla a unos kilómetros por debajo del punto de extracción. Ya solo por eso podemos hacernos una idea de la complejidad y de las dificultades de la producción de petróleo en aguas profundas. Por ejemplo, debido a la profundidad a la que se encuentra el lecho marino, es imposible pensar en construir una plataforma petrolífera convencional fijada al fondo marino; por el contrario, este tipo de yacimientos se explotan usando plataformas petroleras flotantes con geoposicionamiento dinámico: es decir, la plataforma petrolera o barco de extracción flota libremente, de ahí que, para evitar doblar el tubo de perforación hasta partirlo, precise moverse continuamente a fin de asegurarse de que está siempre sobre el pozo. Así, el barco calcula una y otra vez su posición mediante GPS y se reposiciona a cada instante con sus motores omnidireccionales. [...] Todo esto encarece de forma considerable las operaciones de extracción de petróleo en aguas profundas. [...] El petróleo de aguas profundas representa actualmente poco menos de tres millones de barriles diarios (alrededor del 3% de la producción mundial). [...] En resumen, se trata de yacimientos caros de explotar, peligrosos y que probablemente tengan una vida útil muy breve, todo lo cual cuestiona que la cantidad recuperable sea tan grande como se dice y que, en última instancia, este tipo de explotación realmente merezca la pena. [...] En cuanto a los yacimientos en el Ártico, a estas dificultades se unen dos cuestiones clave. Por un lado, y salvo en sitios muy concretos, no se han identificado aún yacimientos de hidrocarburos que sean lo suficientemente grandes como para que merezca la pena su explotación, y es que la exploración del subsuelo ártico se halla aún en sus inicios. La otra cuestión clave es la dureza de las condiciones ambientales no ya para la explotación, sino ni tan siquiera para la exploración. Estamos hablando de una zona del planeta sumida en la penumbra o incluso en la oscuridad seis meses al año, donde soplan vientos sostenidos de gran fuerza, con temperaturas generalmente por debajo de cero y donde la presencia de icebergs es constante. Incluso bajo las hipótesis más adversas para la evolución del hielo ártico, este va a seguir formándose durante el invierno boreal y va a erigir masas suficientemente extensas como para aplastar el casco de una nave que tenga que mantener un geoposicionamiento dinámico sobre un punto fijo. Si la rentabilidad de los yacimientos en aguas profundas es dudosa, la de los yacimientos árticos es aún más especulativa y, probablemente, el doble de peligrosa. No cabe esperar, por tanto, ninguna solución mágica que proceda de este tipo de yacimientos»; [pp. 52-58].
Texto 7: Biocombustibles
La producción de biocombustibles no supone un incremento de la energía disponible, pero sí la reducción de los alimentos a nivel global
«Desde hace más de dos décadas, en la mayoría de los países occidentales es obligado por ley que una parte del suministro de los surtidores en las estaciones de servicio sea lo que la ley denomina biocombustible. Por biocombustibles se entiende un líquido de origen vegetal que puede suplir ─al menos parcialmente─ los convencionales carburantes de origen fósil. El porcentaje de la mezcla [...] puede oscilar del 7% [...] hasta el 15% [...] los biocombustibles tienen, en volumen, casi un 20% menos de poder energético que los combustibles fósiles [...]. ¿Por qué se introdujo esta obligación de mezclar los carburantes de origen fósil con un pobre sucedáneo, con menos poder energético y que, como veremos, acarrea muchos problemas? Hubo, en su momento, una motivación principal, a saber: disminuir la dependencia del exterior. La idea que tuvieron los legisladores en muchos países occidentales fue que los propios agricultores acabaran cultivando su combustible. Sin embargo, numerosos estudios muestran cómo el rendimiento energético de la mayoría de los biocombustibles es tan bajo que, en realidad, eso de cosechar la propia energía resulta un negocio ruinoso. [...] Sin embargo, [...] al calor de la normativa que, por un lado, obligaba a la adición de biocombustibles y que, por otro, la subvencionaba, surgió una industria a escala global destinada al cultivo a gran escala de diversas plantas para la producción de biocombustibles. Por cierto que conviene aclarar desde el principio que el nombre más correcto para estas sustancias sería agrocombustible, puesto que el prefijo bio- podría dar a entender que son productos naturales y hasta cierto punto respetuosos con el medio ambiente o con la biodiversidad, mientras que en realidad se trata de productos derivados de la actividad a gran escala del sector agroalimentario cultivados industrialmente; al mismo tiempo que muchas de las técnicas industriales usadas para la producción de biocombustibles los hacen muy dañinos para el medio ambiente (por ejemplo, con la eutrofización de las aguas, la contaminación de los acuíferos, el empobrecimiento de la capa fértil, la pérdida de biodiversidad, los daños causados por el uso masivo de pesticidas, etcétera). [...] para producir los dos millones de barriles diarios de agrocombustibles que se generan hoy en día en el mundo (el 2% del total del petróleo producido), se utiliza una enorme cantidad de fertilizantes, pesticidas, tractores, cosechadoras y diversas máquinas de procesado, con un gran insumo de energía; un auténtico dislate energético, pero que hasta 2012 pudo ser marginalmente rentable gracias a las subvenciones. Lo interesante de todo esto es que, en realidad, era la gran abundancia de combustibles fósiles la que estaba dando esa subvención que permitía explotar los agrocombustibles. De ahí que, cuando los combustibles fósiles han comenzado a flaquear, se haya evidenciado que todo el esquema de los mal llamados biocombustibles carecía de sentido [...]. Como se ha denunciado frecuentemente, la producción de agrocombustibles compite con los usos alimentarios y se llega a situaciones aberrantes. Por ejemplo, en 2011 los Estados Unidos desviaron el 43% de la producción de maíz para producir bioetanol (un producto del que muchos estudios muestran que posee un contenido energético inferior al que se gasta en su producción) [...] se desvía grano y aceite para producir agrocombustibles, lo que deja menos comida disponible para las personas más necesitadas»; [pp. 59-63].
Texto 8: Gas natural
La producción de gas natural se encuentra próxima a su punto de declive y su abastecimiento es muy vulnerable ante factores geopolíticos
«De todas las materias primas energéticas no renovables, el gas natural es la única que aún no presenta síntomas claros de estar llegando a su nivel máximo de extracción. [...] Dado que todavía estamos en la fase creciente de la producción de gas natural, aún existe cierta incertidumbre en torno al momento exacto en que tendrá lugar ese nivel máximo de extracción del gas natural. [...] los nuevos descubrimientos de yacimientos de gas natural convencional están decreciendo, lo cual es un indicio de la llegada al pico productivo. [...] Los estudios más recientes nos indican un rango de fechas previstas para el pico del gas natural convencional situado entre 2023 y 2027, por lo que podemos aceptar con cierta fiabilidad que el pico del gas natural se va a producir alrededor de 2025 y, en todo caso, antes de 2030. [...] Sea como fuere, es evidente que no podemos confiar en que sea el gas natural el que nos proporcione una alternativa duradera al petróleo, puesto que en breve (a una escala histórica) se va a encontrar en la misma situación de declive terminal. [...] A diferencia del petróleo y de sus combustibles, que son líquidos y, por tanto, fáciles de almacenar y transportar, el gas natural es gaseoso y, en consecuencia, volátil [...]. Esta dificultad en el manejo del gas es lo que explica que sus mercados tiendan a ser muy regionales. El transporte de gas a larga distancia se realiza principalmente a través de gasoductos, que son largas conducciones de gas que conectan países en un mismo continente. Para el transporte intercontinental, la única opción es el uso de buques metaneros, encargados de llevar el gas natural licuado (a altas presiones y bajas temperaturas), lo cual implica una grandísima inversión, tanto en el propio barco como en la estación de carga (instalaciones de licuefacción de gas natural) y también en el puerto de recepción (estación de regasificación y conexión con la red de gasoductos nacional). [...] Además de implicar grandes inversiones por las dificultades de su manejo, el valor comercial del gas natural resulta bastante inferior al del petróleo (alrededor de la mitad de precio por caloría), por lo que son pocos los países que se lanzan a su explotación. Otro obstáculo que limita la distribución del gas natural son los factores geopolíticos, mucho más restrictivos que en el caso del petróleo. Así como el petróleo se puede transportar en grandes cantidades a través de buques petroleros, el gas natural necesita confiar en una red de gasoductos que lleve esta materia primera desde el productor hasta sus consumidores. [...]. Europa tiene dos suministradores principales de gas natural. El principal es Rusia, quien hizo construir dos grandes gasoductos a través del lecho del mar Báltico para llevar directamente el gas hasta Alemania, con lo que evitaba pasar por las repúblicas exsoviéticas que no siempre sintonizan con la madre Rusia (por ejemplo, Ucrania o Bielorrusia). El problema del gas ruso es que sus campos presentan claros síntomas de agotamiento [...]. Lo más probable es, pues, que la producción de gas ruso en los próximos años comience su declive terminal y que Rusia se oriente a mercados de mayor proximidad geográfica (y, por tanto, más rentables, por el menor coste de transporte), mayoritariamente hacia China, con quien ha firmado un gran acuerdo comercial. El otro gran suministrador de gas natural para Europa es Argelia, importante sobre todo para España [...]. La producción de gas argelino lleva estancada desde 2010 y con claros síntomas de descenso tras producirse numerosas protestas españolas por episodios de baja calidad en el gas suministrado. Al fallar Rusia y Argelia, Europa intentará ampliar en buena medida sus vías de suministro hacia Oriente Medio y, de manera más marginal, hacia otros proveedores, incluso los Estados Unidos. Sin embargo, nada parece ser capaz de ofrecer un suministro continuado durante las próximas décadas, así que Europa se encuentra probablemente ya en el cenit del suministro de gas natural»; [pp. 68-73].
Texto 9: Carbón
La producción de carbón, a pesar de sus graves efectos contaminantes, es imprescindible actualmente para generar electricidad a precio competitivo para la industria y para la producción de acero, pero su declive será progresivo
«De todos los combustibles fósiles, el que posee con diferencia las reservas más grandes es el carbón. [...] A estas alturas ya sabemos, sin embargo, que ninguna materia prima puede extraerse a un ritmo constante, sino que necesariamente sigue una cierta curva de producción [...]. En este sentido, el carbón no constituye una excepción: no importa tanto cuántas reservas de carbón haya, sino a qué ritmo pueden ser extraídas. [...] La producción mundial de carbón llegó a su nivel máximo en 2015 y, de manera consistente, ha decrecido desde entonces. [...] El inevitable declive del carbón va a traer problemas con el suministro eléctrico en diversos países [...]. Alemania no ha abandonado el carbón, como tampoco lo han hecho ni los Estados Unidos ni China, por la misma razón que la India está aumentando su consumo: porque económicamente sigue siendo muy competitivo para la producción de electricidad, y estos países en los que la prioridad sigue siendo la competitividad de su industria, no pueden permitirse llevar a cabo la transición a medios de producción eléctrica más caros si no lo hacen también sus competidores. He aquí el gran drama del carbón: se trata del combustible más contaminante [...] y, además, en los próximos años iremos disponiendo cada vez de menos carbón, aun siendo fundamental para la industria. [...] existe otro problema aún mayor asociado al descenso del carbón: la necesidad de contar con carbón de coque para la producción de acero. [...] En el momento en que la producción mundial de carbón de coque comience a declinar [...] afectará a la industria metalúrgica en general y, más particularmente, a la del acero. [...] al tratarse de un material fundamental en la construcción y en la fabricación de prácticamente todo, la vida moderna no se podría concebir sin él»; [pp. 75-80].
Texto 10: Energía nuclear
La energía nuclear de fisión ofrece un bajo rendimiento y se enfrenta a la progresiva escasez de uranio; la energía nuclear de fisión de neutrones rápidos y la de fusión, por su parte, no parece que vayan a lograrse nunca
«Los defensores de la energía nuclear suelen argumentar que, si ésta no ha ocupado un lugar más importante en nuestra sociedades, es porque hay una fuerte oposición contra ella entre los grupos ecologistas, preocupados por los riesgos que implica. Sin embargo, existen razones de mayor peso que la mera oposición de ciertos grupos sociales a la hora de entender por qué la energía nuclear lleva muchos años estancada y con tendencia a decaer. La primera cuestión es el bajo rendimiento energético. [...] La construcción de centrales nucleares recibe, en muchos casos, subvenciones de los Estados, porque los costes de construcción son cuantiosos [...]. Los costes operativos de las centrales nucleares, por el contrario, son mucho más pequeños, y, según quién haga la contabilidad de costes, puede llegar a afirmar que las centrales nucleares son rentables, aunque suela argumentarse que el tiempo requerido para recuperar la inversión inicial es aproximadamente igual al de su vida útil ─lo que demostraría la nula rentabilidad de estas instalaciones si los Estados no asumen sus costes de construcción─. Existe, además, un coste que generalmente no se suele contabilizar adrede, que es el de desmantelamiento de la central [...]. En realidad, la apuesta por la energía nuclear tiene un fuerte componente político: garantizar una primacía en un sector considerado estratégico por razones tecnológicas y militares. Otro de los motivos de la baja rentabilidad de la energía nuclear guarda relación con el tipo de energía producida: la electricidad [...]. La realidad es que hoy en día, en las sociedades industrializadas, el consumo de energía eléctrica supone solo alrededor del 20% del total de la energía final (esto es, lista para ser utilizada). Por tanto, producir solamente electricidad es un hándicap importante para las centrales nucleares, porque su energía no es apta para muchos usos necesarios [...]. Otra cuestión importante es la escasez de uranio. [...] el pico del uranio, que aparentemente ya se ha producido, sucedió en 2016, así que aún es demasiado pronto para que se noten sus efectos, ya que el ritmo de caída de la producción es lento al principio. Por otra parte, el parque de centrales nucleares lleva prácticamente estancado desde hace 20 años, con lo que la demanda no crece sustancialmente y eso retrasa el momento en el que los efectos del pico del uranio vayan a comenzar a notarse. Por último, hasta el 16% del total del uranio consumido anualmente proviene de las denominadas reservas secundarias, es decir, de uranio extraído en las pasadas décadas, pero que no fue consumido en su momento. La mayoría de estas reservas secundarias proviene de bombas atómicas, que están siendo desmanteladas conforme a los tratados internacionales de desarme. La previsión del ritmo de declive en la producción de uranio para los próximos años anticipa el surgimiento de problemas en el suministro de uranio a partir de 2025, según la Agencia Internacional de la Energía. Cuando se les constata la realidad del declive en la producción de uranio y las limitaciones que supone el reprocesamiento del combustible gastado, los defensores de la energía nuclear suelen mencionar [...] los reactores de IV generación. Este tipo de reactores operarían con neutrones rápidos, a diferencia de los neutrones térmicos o lentos de los reactores de fisión convencional [...]. El gran problema de los reactores de IV generación es que no se trata, ni mucho menos, de una tecnología nueva: hace ya más de 70 años que llevamos experimentando con ella y presenta numerosas dificultades técnicas que son difíciles de soslayar. Además, un reactor de neutrones rápidos es muchísimo más peligroso que un reactor nuclear convencional [...], en el caso de los reactores de neutrones rápidos un incidente grave podría ocasionar una verdadera explosión nuclear. [...] La otra gran tecnología nuclear es la de la fusión. Al contrario de lo que sucede en los reactores nucleares convencionales que son de fisión y en los que el objetivo es aprovechar la energía que se libera al romper núcleos de número atómico elevado, en el caso de la fusión se pretende aprovechar la energía que se libera al fusionar núcleos ligeros. [...] Las dificultades técnicas que plantea la fusión están muy lejos de ser resueltas, e incluso algunas de las necesidades tecnológicas de un reactor de fusión pueden resultar físicamente inalcanzables (como han denunciado varios premios Nobel de Física). Hay una broma recurrente en el sector, y es que siempre faltan cincuenta años para que tengamos el primer reactor comercial de fusión. [...] En resumen, [...] la energía de fisión está fuertemente limitada por la escasez de uranio y por su bajo rendimiento económico y, en cuanto a las promesas tecnológicas (tanto los reactores de fisión de neutrones rápidos como los de fusión), no parece verosímil que vayan a cumplirse nunca»; [pp. 84-90].
Texto 11: Energía hidroeléctrica
El margen de rendimiento adicional de la energía hidroeléctrica es muy limitado
«La energía hidroeléctrica es la más importante de las energías renovables, y llega a producir más del 6% de toda la energía primaria consumida en todo el mundo [...]. Con todo, el mayor problema de la energía hidroeléctrica en la transición energética proviene de que se trata de una tecnología largamente explotada y, por tanto, el potencial añadido que pueda ofrecernos es muy limitado. Hay ciertas regiones del planeta en las cuales prácticamente no se ha explotado la energía hidroeléctrica y por eso, en todo el mundo, su potencial de crecimiento aún resulta elevado y puede llegar a duplicarse con respecto a los valores actuales. Sin embargo, a lo largo de todo el mundo occidental la energía hidroeléctrica ha agotado su recorrido de manera efectiva, e incluso contando con proyectos de minihidroeléctrica y microhidroeléctrica (presas muy pequeñas, prácticamente domésticas, en cursos de agua de poco caudal y generalmente irregulares), es difícil que se pueda aumentar la producción de hidroelectricidad más de un 10% con respecto a los niveles actuales [...]. Otro de los problemas que tiene la hidroelectricidad guarda relación con los procesos que va a traer consigo el cambio climático. Al modificarse el régimen de lluvias, la seguridad que antaño nos aportaba la presencia de presas, no solamente en la producción de electricidad, sino también en el suministro de agua de riego y de agua potable, se va a ver seriamente afectada»; [pp. 91-94].
Texto 12: Energía eólica
Debido al "efecto bosque", la previsión de expansión de la energía eólica es limitada, aparte de que la construcción, el mantenimiento y la vida útil de los aerogeneradores son grandes desventajas para su implementación futura
«Durante las últimas tres décadas, la energía eólica ha experimentado un despegue sin precedentes: [...] ha multiplicado exponencialmente su presencia hasta representar, en la actualidad, el 1% de toda la energía primaria que se produce en el mundo. Aun así, un 1% es un porcentaje muy escaso y, si tenemos en cuenta las diversas limitaciones de la energía eólica, es muy probable que nunca sobrepase el umbral del 5 o del 6% del actual consumo de energía primaria. [...] El Grupo de Energía, Economía y Dinámica de sistemas (GEEDS) de la Universidad de Valladolid ha hecho diversos análisis del potencial eólico del planeta Tierra para considerar cuánta energía disponible hay en la capa límite de la atmósfera, es decir, en los primeros 200 metros desde la superficie de la Tierra, que sea accesible a los aerogeneradores. La conclusión del GEEDS en un estudio de 2012 fue que, como mucho, se puede extraer el equivalente al 6% de la energía primaria [...]. En paralelo, un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) dio la razón al GEEDS al mostrar que la ubicación máxima de aerogeneradores podría causar una desviación más que notable de la circulación general de la atmósfera, de manera que habría unos límites con respecto a la máxima densidad de aerogeneradores en una zona, so pena de producir un efecto bosque (en donde el viento prefiere rodear el bosque por los lados y por encima a atravesarlo porque la obstrucción que generan los árboles acaba siendo, de manera efectiva, una barrera). [...] El potencial máximo de generación eólica constituye solo uno de los factores restrictivos para la expansión eólica. Hay otro problema muy importante, a saber: la dependencia intensa de los combustibles fósiles requerida para su despliegue y operación. [...] Una vez instalados, las reparaciones son también muy costosas en combustibles fósiles [...]. Además, hay que tener en cuenta que, como cualquier otra instalación, un parque eólico posee una vida útil, superada la cual resulta imposible mantenerlo en funcionamiento porque las reparaciones acaban siendo más costosas que construir un parque nuevo desde cero. El coste energético y, en particular, de energías fósiles del desmantelamiento de los parques eólicos también es raramente considerado. [...] Si estos problemas son importantes para la energía eólica terrestre, lo son aún más para la energía eólica marina»; [pp. 97-101].
Texto 13: Energía solar
El bajo rendimiento energético de la energía fotovoltaica y la escasez de plata, necesaria para la producción de los paneles, hacen que ésta sea la tecnología de las renovables con peores perspectivas de futuro
«La energía solar para la producción de electricidad en su conjunto (no solo la fotovoltaica) representa, en la actualidad, menos del 0,5% del total de la energía primaria consumida en el mundo. [...] España se halla sobreabastecida desde el punto de vista eléctrico. [...] no es precisamente electricidad lo que más necesitamos. Esta fijación por la producción eléctrica condena a los sistemas de aprovechamiento solar a su irrelevancia en la transición energética que debemos emprender sin falta. [...] Además de la saturación eléctrica, hay muchas otras limitaciones que aquejan a los sistemas fotovoltaicos. El primero que conviene tener en cuenta es que el potencial máximo fotovoltaico probablemente sea muy inferior al que, en general, se estima. [...] el rendimiento energético de los huertos solares de placas fotovoltaicas, operados en condiciones reales de explotación, resulta demasiado pírrico para pensar en que se pueda mantener una sociedad industrial basada en este sistema. [...] durante toda la vida útil de una planta fotovoltaica, por cada unidad de energía que se invierte en un huerto solar, se gana algo menos de tres unidades de energía. Eso puede parecer mucho [...], pero se reparte sobre un período muy amplio de tiempo (unos treinta años), lo cual equivaldría a una tasa porcentual anualizada promedio del 3,3%. Cuando ese rendimiento energético se traslada al rendimiento económico (pues hay otros costes más que los energéticos), este se queda en un magro 1 o 1,5% anual, lo cual explica el escaso interés económico de invertir en placas fotovoltaicas. [...] Hablando también del impacto ambiental de los paneles, un estudio de 2015 [...] apuntaba que la instalación masiva de paneles fotovoltaicos puede crear un calentamiento local significativo y, si uno llevaba la instalación de paneles fotovoltaicos a los millones requeridos para hacer la transición energética, se podría elevar la temperatura localmente entre 1° y 1,5° C, con efectos semejantes ─aunque de menor escala geográfica─ a los que se quieren prevenir con la instalación de los susodichos paneles. [...] Por último, la fabricación de paneles fotovoltaicos requiere materiales escasos. Particularmente preocupante es el problema de la plata, cuya escasez [...] afecta a los paneles fotovoltaicos [...]. Posiblemente, de entre todas las energías renovables, sea la tecnología con más problemas y peor rendimiento. No hay, pues, un gran futuro esperando a la energía fotovoltaica»; [pp. 104-111].
Texto 14: Hidrógeno
El hidrógeno no es una fuente de energía, por lo que, para generar energía a partir de él, se precisa de un coste energético que siempre será mayor que el del producto final
«[...] desde hace ya un par de décadas se viene insistiendo en que la economía del futuro podría basarse en el uso de hidrógeno como combustible de referencia de nuestra civilización [...]. Así pues, la energía del hidrógeno se basaría en la idea de utilizar la energía eléctrica generada por las energías renovables para producir hidrógeno mediante electrólisis (un proceso fisicoquímico a través del cual se hace pasar una corriente eléctrica a través de un recipiente lleno de agua que consigue separar el hidrógeno del oxígeno y ambos gases son recogidos en contenedores adecuados). Ese hidrógeno quedaría almacenado para ser usado como combustible, sobre todo por los vehículos. La idea en sí no es mala: todo parecen ventajas. [...] Sin embargo, [...] la economía del hidrógeno no ha tenido ninguna implantación [...] porque el hidrógeno presenta muchas [...] pegas que anulan las presuntas ventajas. Comenzando por el principio, el hidrógeno no es una fuente de energía. No existen yacimientos de hidrógeno ni ningún lugar donde podamos extraerlo puro. El hidrógeno precisa generarse mediante algún tipo de reacción física o química, y eso implica un coste energético que, de acuerdo con el segundo principio de la termodinámica, será siempre mayor que la energía que vayamos a poder aprovechar después de quemar ese hidrógeno. Por tanto, el uso de hidrógeno no resuelve en modo alguno la crisis energética, ya que no nos proporciona nuevas cantidades de energía. Más bien al contrario: para producir hidrógeno por hidrólisis perderemos entre un 25 y un 50 % de la energía que luego nos dará su combustión [...]. Aun así, el hidrógeno puede ser útil porque nos da un vector energético, es decir, una sustancia o sistema donde poder guardar la energía hasta que la usemos. Por tanto, si aprovecháramos los excedentes de la producción eléctrica renovable para obtener hidrógeno, estaríamos aprovechando una energía que, de otro modo, íbamos a perder. Además, dado que el hidrógeno es algo que pueden llevar los vehículos en su depósito, nos proporcionaría esa potencia y esa autonomía que no podemos conseguir con los vehículos eléctricos [...]. Sin embargo, la idea de que los sistemas de producción eléctrica renovable nos vayan a dar excedentes es errónea [...] lo cierto es que el empleo del hidrógeno presenta muchos otros inconvenientes que lo hacen poco versátil»; [pp. 127-131].
Texto 15: Capitalismo
Decrecimiento forzoso y final del capitalismo
«Como hemos visto a lo largo de este libro, la producción de combustibles fósiles, que constituye hoy en día el 86% de toda la energía primaria que se consume en el mundo, está comenzando a experimentar un proceso de disminución progresiva irreversible. [...] No podremos evitar que la producción de combustibles fósiles disminuya progresivamente a lo largo de las próximas décadas. Lo único que llegaremos a cambiar, si hacemos las cosas peor, es que la caída sea más rápida de lo que resulta estrictamente necesario (por ejemplo, invirtiendo los recursos disponibles en falsas soluciones o embarcándonos en guerras estériles por el control de los últimos recursos). Las fuentes de energía renovables, aunque tengan un potencial de producción de energía muy elevado, solo podrían llegar a cubrir una fracción del total de energía consumido hoy en día. Además, nos estamos quedando sin tiempo para lanzar un despliegue renovable a gran escala que debería llevar décadas. Además, un despliegue de tal naturaleza requeriría enormes cantidades de recursos minerales diversos, algunos de los cuales, como el cobre o el litio, también van a comenzar a escasear pronto. Por si lo anterior fuera poco, todo esto sucede en un momento en el que la humanidad se enfrenta a grandes retos ambientales, entre los que descuella el cambio climático por su alcance global. Unos retos que requerirían grandes despliegues de ingeniería en un contexto que va a ser de recursos escasos. Justo cuando más vamos a necesitar de la energía y los materiales para reparar el desastre ambiental (causado, por cierto, por nuestro uso inmoderado de energía y materiales), estos se van a volver escasos. Tenemos por delante el trazado de la tormenta perfecta, el petrocalipsis que comentábamos al comienzo de este libro. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Por qué se suceden todas estas crisis simultáneamente? ¿Cómo puede ser que no seamos capaces de reaccionar? La respuesta a todas estas preguntas se resume en una simple palabra, mil veces escuchada: debido al capitalismo. O, para ser más precisos, a la necesidad de crecimiento económico que tenemos y que es inherente al sistema capitalista [...]. Pero nosotros nos encontramos ahora en una situación de descenso energético forzado. La disponibilidad de energía va a ir disminuyendo cada año. [...] Por fuerza, por tanto, nuestra actividad económica decrecerá porque no vamos a poder permitirnos mantener todas las actividades en marcha, al no alcanzar la energía disponible (ni, de hecho, los materiales) para todas. Y cada año será peor: por cada año transcurrido, tendremos que dejar de hacer más cosas para centrarnos solo en aquellas importantes. Encima, será forzoso destinar una cantidad creciente de recursos a luchar contra el problema ambiental que hemos creado, con lo que iremos todavía más justitos. En medio de este contexto, resulta imposible obtener un crecimiento económico. Al contrario, lo que va a haber es un proceso de contracción económica. La cual no será constante ni tampoco igual en todas las partes del mundo. [...] En todo caso, estamos empezando un descenso que no solo es energético, sino también económico, y que será de tal calibre que acabará destruyendo el capitalismo tal como lo entendemos hoy en día. Esta crisis no acabará nunca»; [pp. 167-173].
Texto 16: Después del capitalismo
¿Y después del capitalismo, qué?
«[...] no existe solución al problema porque estamos intentando resolver el problema equivocado. [...] Estamos planteando un problema sin solución: el de crecer indefinidamente en un planeta finito. No tiene sentido, y da igual cuántas cosas podamos descubrir, nunca serán suficientes para intentar cubrir ese imposible. La solución que necesitamos no es científica ni tecnológica: tan solo social. Simplemente, precisamos de un nuevo sistema económico y social que no necesite forzosamente el crecimiento. [...] Hay gente que, cuando por fin entiende esto, cuando por fin comprende que no hay ningún problema técnico que resolver, sino que todo el problema es ─pura y llanamente─ de organización social, sucumbe de pronto al desánimo. Estas personas consideran mucho más difícil cambiar la manera de organizarnos y de entendernos entre nosotros que intentar crear una especie de reactor nuclear mágico que proporcione una cantidad de energía infinita, aunque al final eso suponga freír toda la vida del planeta. Prefieren intentar resolver un problema imposible antes que enfrentarse al capitalismo. [...] Aunque durante algunos años aún pueda parecer que una determinada solución (basada en las energías renovables, en la nuclear, en los biocombustibles o en lo que sea) vaya a permitir mantener el sistema capitalista, no es verdad. Pasarán los años y las alternativas fracasarán. Lo harán de manera silenciosa: no se dirá que han fracasado, pero lo cierto es que no resolverán ninguno de los problemas planteados que se decía que iban a resolver. Pasará el tiempo y la situación de la mayoría de la gente será cada vez más complicada, sin que ninguna tecnología mágica acuda a su rescate. Se sucederán los gobiernos, algunos de ellos autoritarios, otros belicosos... Pero ni la represión interna ni las guerras externas resolverán el problema. Al final, poco a poco la gente se irá dando cuenta de que ideas semejantes a las que se proponen en este libro son las que funcionan. [...] A medida que el capitalismo se vaya desmoronando, irá asomando una realidad alternativa. Eso no quiere decir que nos podamos sentar tranquilamente en nuestro sillón a esperar a que el capitalismo desaparezca, ahogándose en sus propias contradicciones. Porque, si bien el capitalismo acabará desapareciendo (o mutando radicalmente desde lo que es ahora), aquello hacía lo que nos encaminamos dependerá de las medidas que tomemos nosotros aquí y ahora. Así pues, podemos acabar en un sistema ecofascista, en el que un Estado imponga a sus ciudadanos medidas coercitivas que ciertamente sean positivas desde el punto de vista de la crisis de recursos y del medio ambiente, pero sus métodos serán autoritarios y represivos, y no necesariamente se repartirá la carga de una manera equitativa. O bien podemos acabar en un sistema militarista y expansionista, convencido de que la solución a la crisis consiste en invadir tantos países como pueda en pos de los recursos que se necesitan para mantener el statu quo. Y, claro, podemos acabar en un sistema neofeudal, en el que uno o varios señores de la guerra impongan su ley a sangre y fuego a toda la población. Pero también podemos acabar en un sistema democrático, capaz de gestionar los límites y, al mismo tiempo, de respetar las libertades individuales y colectivas, además de fraguar consensos amplios siendo respetuoso con las posiciones minoritarias. Cualquiera de esos sistemas es posible, y seguramente en el mundo de mañana convivan todos ellos. El tipo concreto al que nosotros vamos a pertenecer dependerá completamente de nosotros mismos»; [pp. 199-203].